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CUIDA TU BOCA Y TU LENGUA

La Palabra de Dios nos recuerda que la lengua, aunque es un miembro pequeño del cuerpo, tiene un poder inmenso. Con ella podemos bendecir o maldecir, levantar o derribar, sembrar paz o encender conflictos. Muchas veces, los problemas y angustias que cargamos no provienen de circunstancias externas, sino de las palabras que hemos dicho sin prudencia. Un comentario fuera de lugar, una respuesta dura, un chisme o una crítica innecesaria pueden abrir puertas a discusiones, enemistades y tristezas que luego nos pesan en el corazón.


Por eso, la palabra nos recuerda: “El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.” Proverbios 21:23


Guardar la boca y la lengua no significa simplemente callar, sino aprender a hablar con sabiduría, guiados por el Espíritu Santo. Hay momentos en los que el silencio vale más que mil palabras, porque evita un conflicto y trae paz. Y hay otros momentos en los que una palabra suave y llena de gracia puede sanar heridas y edificar a quien la escucha.


Jesús dijo que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34); eso quiere decir que nuestras palabras reflejan lo que realmente hay dentro de nosotros. Si nuestro corazón está lleno de ira, resentimiento o ansiedad, tarde o temprano eso saldrá en la manera en que hablamos. Pero si permitimos que la Palabra de Dios y la presencia del Espíritu Santo llenen nuestro interior, nuestras palabras también serán transformadas y se convertirán en canales de bendición.


El libro de Proverbios insiste una y otra vez en la importancia de la prudencia al hablar. Una sola palabra puede abrir heridas que tardan años en sanar, pero también una palabra llena de amor puede traer vida y esperanza a alguien que lo necesita. Cuando aprendemos a poner nuestra lengua en las manos de Dios, evitamos angustias innecesarias y vivimos en mayor paz.


Hoy es un buen día para pedirle al Señor que nos dé dominio propio y sabiduría. Que nuestras conversaciones reflejen la bondad y la verdad de Cristo. Que podamos frenar la impulsividad y hablar solo lo que edifica. Que en lugar de generar angustias, nuestras palabras traigan consuelo, ánimo y dirección.

 
 
 

2 comentarios


rvvr
23 sept

Recientemente fui parte de una reunión de trabajo donde se tocaron temas bastante incómodos. Durante la mayor parte de la reunión me mantuve callado, pero ya casi al finalizar, cuando la discusión acalorada empezó a enfriarse, abrí mi boca y estoy seguro de que lo que dije, más que conciliar y llevar paz, fue como un vaso de gasolina arrojado a los carbones casi apagados...

“SEÑOR, pon guarda a mi boca; oh Jehová, guarda la puerta de mis labios.”(Salmo 141:3)

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Stephanie
18 sept

Me encanta este divisional de la iglesia. Felicitarles de corazón

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