CÁMBIESE LOS LENTES
- Marco Alpízar

- 25 sept
- 2 Min. de lectura
El Salmo 73 es uno de los más claros en cuanto a la lucha interna de un creyente. Asaf comienza confesando su frustración: veía cómo a los malvados les iba bien, parecía que vivían tranquilos, sin problemas…..mientras que él, a pesar de buscar a Dios, siempre enfrentaba dificultades y aflicciones.
Sus palabras reflejaban un corazón atribulado, lleno de preguntas y hasta de envidia. Eso miso nos pasa a muchos de nosotros cuando vemos alrededor y pensamos: “¿Porque solo a mí me va mal? ¿Cómo es que a otras personas que no son cristianas les va mejor en todo? ¿Vale la pena seguirle siendo fiel a Dios si otros que no le sirven prosperan más que yo?”.
Pero el salmo da un giro en el versículo 17: “Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí…”. Ahí, en la presencia del Señor, su manera de ver las cosas cambió. Lo que antes parecía injusticia comenzó a verse con claridad. Comprendió que la prosperidad de los impíos era pasajera, que su final sería de ruina, y que lo verdaderamente eterno y seguro es la comunión con Dios. Esa revelación lo llevó a declarar una de las frases más profundas: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” v. 25.
Imagínese esto con el ejemplo de unos lentes, cuando Asaf estaba fuera del santuario, era como si llevara puestos unos lentes con una graduación equivocada: todo lo que veía estaba distorsionado. Veía injusticia, veía frustración, veía una aparente desigualdad. Pero al entrar en la presencia de Dios, se quitó esos lentes borrosos y Dios le colocó los correctos. Y entonces la misma realidad se veía distinta: lo que parecía victoria para los malvados era en verdad un camino de perdición, y lo que parecía sufrimiento para él era, en realidad, la disciplina y la cercanía de un Dios que lo sostenía con su mano.
A veces nuestra vida se siente como la de Asaf en los primeros versículos: miramos con los lentes de la comparación, de la queja o de la duda. Pero cuando buscamos a Dios, Él nos cambia la perspectiva. No necesariamente cambia las circunstancias, pero sí cambia la manera en que las vemos. Nos recuerda que lo más valioso no es tener una vida sin problemas, sino tenerlo a Él como nuestra herencia, como nuestro refugio, como nuestra porción para siempre.
El mensaje del Salmo 73 es claro: lo que realmente necesitamos no es una vida fácil ni una explicación para todo, sino unos “lentes espirituales” puestos por Dios, que nos permitan ver la vida con su verdad, su fidelidad y su eternidad en mente.


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