EL PODER DE CONGREGARNOS
- Marco Alpízar

- 29 ago
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El pasaje de Hebreos 10:25 nos dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…” Estas palabras son directas y claras. Dios sabe que hay una tendencia en el corazón humano a descuidar la congregación, a dejar de asistir, a tomar la reunión como algo opcional, algo liviano y sin tanta importancia. Por eso la exhortación es firme: no debemos dejarlo.
Congregarse no es solo asistir a un lugar físico a reunirse con los demás hermanos, es una muestra de obediencia y una señal de una vida espiritual sana. Es cierto que el hecho de congregarme no significa necesariamente que todo está bien en mi interior, pero el no congregarme definitivamente sí refleja que algo no anda bien en mi vida pues la ausencia constante es una evidencia de que el corazón se está enfriando o de que hay prioridades o cosas más importantes que están desplazando a la congregación y mas importantemente, a Dios.
El peligro de todo esto está en lo que el texto llama “costumbre”. Uno no deja de congregarse de un día para otro; sino que primero no asiste a un servicio, pasado un tiempo prudencial no asiste a otro, luego no asiste un par de semanas hasta que poco a poco se vuelve un estilo de vida.
Tengo un paseo familiar; hay un partido en la televisión; me levanté tarde; está lloviendo mucho; tengo visitas; solo hoy puedo hacer esa diligencia; voy la otra semana... Al inicio puede ser una excusa, luego una excepción, y finalmente un hábito que nos aparta del calor de la hermandad y la presencia de Dios. Por eso la advertencia es seria: no lo permitas, no caigas en esa costumbre.
Dios quiere que comprendamos que congregarse no es un detalle menor. En cada reunión hay una oportunidad para habitar juntos y en armonía, recibir de su gracia, escuchar su voz y mantener viva la llama de la fe. El congregarse es una manera práctica de demostrarle a Dios que como hermanos le damos el primer lugar y que valoramos estar en su casa.
“No dejando de congregarnos” significa mantenernos firmes, constantes, disciplinados y conscientes de que necesitamos estar en la presencia del Señor junto con su pueblo. Cuando entendamos esto, nos congregaremos no por obligación, sino por el deseo y gozo de estar en la presencia de Dios junto con los demás hermanos y permitir que Él derrame de su bendición en nuestras vidas.


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