NO ES POR VISTA, ES POR FE
- Marco Alpízar

- 19 sept
- 2 Min. de lectura
Vivir por fe y no por vista es uno de los mayores desafíos y, al mismo tiempo, uno de los más grandes privilegios de los hijos de Dios. Nuestra naturaleza humana tiende a aferrarse a lo que puede ver, tocar o medir, pero la fe nos llama a levantar la mirada más allá de eso, hacia lo eterno.
La vista natural muchas veces nos muestra nuestras limitaciones, puertas cerradas o incluso obstáculos imposibles de superar. Nos recuerda lo que no tenemos y lo que no hemos alcanzado. Sin embargo, la fe nos enseña a ver desde otra perspectiva: la de Dios. Él no nos pide que entendamos cada detalle, sino que confiemos en su carácter, en sus promesas y en su fidelidad. Cuando decidimos vivir por fe, aprendemos a caminar en la certeza de que Él está obrando aun cuando no lo veamos.
La vista se alimenta de lo momentáneo, de lo tangible, pero la fe se alimenta de lo eterno. La vista puede hacernos dudar, la fe nos afirma. La vista puede llevarnos al miedo, la fe nos conduce a la paz. La vista nos puede detener, la fe nos impulsa a avanzar. Vivir por fe no significa ignorar la realidad, sino reconocer que hay una realidad superior: la voluntad de Dios que se cumple en su tiempo y de su manera.
Y es precisamente en las situaciones más difíciles donde esta verdad cobra más fuerza. Cuando la enfermedad toca nuestro cuerpo, la fe nos recuerda que Dios es nuestro sanador (Salmo 103:3). Cuando los problemas parecen aplastarnos, la fe nos asegura que en Cristo somos más que vencedores (Romanos 8:37). Cuando todo a nuestro alrededor se tambalea, la fe nos afirma en la roca inconmovible que es nuestro Señor (Salmo 62:6). La fe no elimina las pruebas, pero nos sostiene en medio de ellas; no borra el dolor, pero nos llena de esperanza.
La fe es la convicción de que cada paso, aunque parezca inseguro, está sostenido por la mano de Dios. Es la confianza de que Él abre camino en el desierto, pone ríos en la tierra seca y hace nuevas todas las cosas (Isaias 43:19). Vivir por fe es descansar en que sus pensamientos son más altos que los nuestros y sus planes son mejores de lo que podemos imaginar (Isaias 55:8-9).
Por eso, aunque la vista nos muestre incertidumbre, la fe nos recuerda que estamos en las manos de un Padre que nunca falla. Aunque lo que vemos nos haga pensar que no hay salida, la fe nos asegura que Dios ya preparó la victoria. Aunque los ojos se cansen de esperar, el corazón fortalecido en la fe sabe que todo lo que Dios ha dicho se cumplirá.
Caminar por fe no siempre es fácil, pero es el camino más seguro. Porque no dependemos de lo que pasa a nuestro alrededor, sino de Aquel que es eterno. No nos apoyamos en lo que podemos controlar, sino en Aquel que tiene el control de todo. No nos limitamos a lo que vemos, sino que creemos en lo que Dios puede hacer.
"Porque por fe andamos, no por vista" 2 Corintios 5:7


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