...NO SEA QUE NOS DESLICEMOS
- Roy Villalobos

- 16 sept
- 3 Min. de lectura
Nada tiene sentido. Todo pasa demasiado rápido. Es irreal. ¿Cómo puede todo esto estar pasando tan rápido? ¿Dónde está el norte? (Salmos 103:15-16) A veces el mundo gira tan rápido que puedo sentir cómo me empuja, como si quisiera aplastarme contra la pared invisible de la rutina. Cada vez el mal es más común. Cambia de forma para parecer una moda, una curiosidad, un pequeño detalle inocente. Pero ahí está. Enroscado al lado del camino, esperando que alguien pase para hincarle el diente. (Proverbios 7:21-23)
Lo que más me sorprende es lo bien que los humanos nos adaptamos al mal. Es un maestro silencioso, lento pero seguro. Con cada retorcimiento, nos quita un poco de oxígeno, y sin darnos cuenta, nos entregamos. (Gálatas 5:9) Luego, quienes tienen el “honor” desagradable de ver cómo nos engulle, sienten miedo y curiosidad a la vez. Algunos se acercarán, tratarán de ayudar, pero el mal es tan pegajoso que pronto somos uno con él.
La pregunta es: ¿Cómo pudo pasar esto?
A las seis de la mañana de un lunes cualquiera, Roy se despertó decidido. Hoy sería un día diferente. Sintiendo un optimismo chispeante, se dijo a sí mismo: “Hoy voy a conquistar el mundo”. Se levantó, se bañó con agua caliente, y dejó que el vapor le llenara la nariz con la promesa de un día brillante.
A las seis y media, se dirigió a la cocina. Exploró el refrigerador, tanteó varias gavetas. Finalmente decidió que su desayuno debía ser especial: cereal de lujo, café caro, y por qué no, un pedazo de queque de chocolate que quedó de la reunión de ayer. Todo perfecto.
A las seis cuarenta y cinco se montó en su carro. Notó que le faltaba combustible y que el dinero en la cuenta no alcanzaba. Pero hoy nada podía detenerlo. Llenó el tanque con la tarjeta que quedaba libre, porque la otra estaba al tope, y se dijo: “Nada me va a detener hoy”.
A las siete y cuarto llegó al parqueo de la oficina. Estacionó su carro con precisión quirúrgica, alineándolo perfectamente a las marcas. Subió al elevador, notando la presencia de Ana de contabilidad y su jefe; un pequeño secreto que nadie sabía.
A las siete y veinticinco llegó a su cubículo. Acomodó su escritorio, el teclado, los papeles perfectamente alineados. Todo parecía normal. Pero mientras se sentaba, sintió un pequeño pinchazo en la conciencia. Apenas un susurro: “No pasa nada si tomas un atajo… si miras para otro lado… si cedes un poquito.” (Proverbios 4:23)
Al principio fue algo casi inocente. Cuando su compañero de cubículo le pidió que cubriera un error que él mismo había cometido, Roy se encogió de hombros y accedió. “No pasa nada,” se dijo.
Después, escuchó un chisme jugoso sobre Ana y su jefe; era un secreto que no debía compartir, pero la curiosidad lo picó. Compartió un comentario con otro colega. Otro pequeño paso. (Cantares 2:15)
Luego, en el grupo de WhatsApp de la oficina, alguien envió un video inapropiado. Roy no debería haberlo abierto, pero lo hizo. Primero un vistazo rápido, luego otro, y sin darse cuenta, pasó el video a un par de compañeros más. La risa cómplice lo hizo sentir parte del grupo; su conciencia protestó débilmente, pero él la ignoró.
Después vino la reunión donde tuvo que tomar una decisión: podía ser honesto con un cliente o podía “flexibilizar” la verdad para ahorrar problemas. Eligió la segunda opción. Un paso más.(Santiago 1:14-15)
El Abrazo Silencioso del Pecado
Cada pequeño compromiso, cada concesión, lo fue envolviendo. La mañana brillante de conquista se iba apagando, reemplazada por una sensación pesada, pegajosa, invisible pero poderosa. Cada acción parecía inofensiva por sí sola, pero al final del día Roy se dio cuenta: había permitido que el mundo lo conquistara, y que el mal lo hubiera enrollado suavemente, silenciosamente, hasta hacerlo uno con él.
Al final, Roy miró su reflejo en la ventana y no reconoció al hombre que se había levantado decidido a conquistar el mundo. El optimismo de la mañana se había convertido en cansancio; la claridad, en confusión. El pecado, disfrazado de pequeñas elecciones inofensivas, lo había atrapado más rápido de lo que podía imaginar.
Y entonces recordó, con un escalofrío en el pecho:
Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. (Hebreos 2:1)


Muy atinada la reflexión, muy realista la manera de narrarla, pienso que nos pasa a todas las personas en algún momento, así seamos creyentes en Cristo.
Definitivamente para reflexionar, a veces se nos olvida que la vida es un regalo de Dios y lo desperdiciamos con pecados constante. Felicitar a Roy y a la Iglesia por este devocional. Me encanta. Gracias